Editorial: Viabilidad pesquera

Editorial: Viabilidad pesquera

Quienes planean la huelga quieren que el proyecto de ley que arma el Gobierno les garantice acceso a un mayor volumen de recursos marinos.

En Magallanes dicen que la iniciativa no satisface a las familias que viven del mar; en Chiloé piden que el área de operación exclusiva del sector artesanal se aumente de 5 millas a marinas a 10 millas marinas; mientras que en la Región del Biobío, exigen que se les incremente la participación en sardina, anchoveta y jurel.

Sin embargo, la evidencia científica no admite yuxtaponer la variable social a la biológica. Si bien la disminución de las cuotas globales de jurel (76%) -por años capturado indiscriminadamente por la flota extranjera-, merluza de cola (20%) y merluza común (13%) constituyó una medida drástica, fue la única posible para evitar el colapso de dichas especies y, en consecuencia, una crisis terminal en la actividad pesquera, sobre todo la industrial de la zona centro sur.

La idea de traspasar cuota de un sector al otro o bien de ampliarle el rango de acción para suplir sus carencias es, por desgracia, un paliativo. El problema de base del sector artesanal es que pese a que los registros están cerrados, cada año ingresan más actores a la actividad ejerciendo mayor presión sobre similar cantidad de recursos, como lo demuestran los anuarios estadísticos del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca).

Entre el 2004 y el 2009, los pescadores artesanales aumentaron de 53.410 a 75.871, sus naves de 14.179 a 15.360 y las capturas declaradas de 1 millón 692 mil toneladas a 1 millón 925 mil toneladas.

Una línea retrospectiva a dos décadas demuestra que el incremento no es una contingencia, sino una tendencia, pues en 1990 los desembarques del sector llegaban apenas a las 606 millones de toneladas.

Al revisar la literatura internacional (Bjorn Hersoug, Ragnar Arnason y Hannes Gissurarson, entre otros economistas especializados) queda de manifiesto que en muchos países se ha permitido que la pesca actúe como empleo de emergencia, con nefastos resultados (la flota crece, se reduce la rentabilidad de los recursos, se genera sobreexplotación y, a la larga, se torna imposible superar la pobreza costera).

Es hora de que la legislación y la fiscalización del área se pongan a la altura de las circunstancias.

Un cierre real del registro pesquero artesanal y la certificación de sus embarques, al igual que el perfeccionamiento y masificación de las áreas de manejo, resulta clave para una gestión moderna y sustentable.

Del mismo modo, la implementación de cadena de frío en las lanchas de mayor calado ayudaría a agregar valor a especies como la sardina y anchoveta, que hoy sólo pueden destinarse a la producción de harina.