Los Sarquis y la tercera generación que liderará sus negocios pesqueros
Y los que conocen a Rodrigo Sarquis, saben que su padre, Sergio, ha sido la mayor influencia en su formación en el mundo de los negocios, es decir, tanto como empresario, directivo y dirigente gremial.
De acuerdo con un perfil realizado en la edición de noviembre por la revista Gestión, la tercera generación de los Sarquis, liderada por Rodrigo y su hermano Gonzalo, se tomó los negocios pesqueros de la familia luego de la fusión entre las empresas Itata y El Golfo, que generó el holding Blumar el mes pasado.
Es que esta operación con los Yaconi-Santa Cruz trajo consigo que Sergio Sarquis, parte de la segunda generación del grupo, renunciara a seguir con las riendas de Itata, dando paso a que su hijo Rodrigo tomara la presidencia de Blumar. Y que, además, Gonzalo ingresara a la mesa directiva de esta firma.
Este paso, cuentan cercanos al proceso, aunque fue tomado por los Sarquis en base a lógica empresarial de las eficiencias operacionales, no fue del todo fácil, pues el conglomerado tiene tradición pesquera en el país, desde que fuera fundado por don Jorge Sarquis como una planta elaboradora de conservas y salado, siendo una de las pioneras en la industria de Chile.
Planes de la pesquera
Y los planes de Blumar son ambiciosos. La nueva empresa estará enfocada al negocio acuícola, teniendo un potencial máximo de producción de más de 60.000 toneladas de salmón, aunque en un plazo de tres años esta llegaría a las 50.000 toneladas, calculándose ventas por más de US$ 130 millones para esta área. Esto, a través de las 21 concesiones con las que contaba Itata y las 17 que sumaba El Golfo y una inversión cercana a los US$ 100 millones.
Respecto al monto total de activos de la firma pesquera Blumar, rondaría los US$1.000 millones con una facturación de US$400 millones a partir del 2012, la que promete seguir expandiéndose con fuerza sin descartar ninguna vía, al tomar en cuenta el auge de la salmonicultura.
Formación y trayectoria
Pero lo anterior no es casualidad. Para el ingeniero comercial Rodrigo Sarquis Said, la pesca es una de sus mayores pasiones, y así se ha demostrado en su trayectoria empresarial, pese a que encabeza agrícola Siracusa, sociedad a través de la cual la familia emprende el negocio del aceite de oliva.
Rodrigo Sarquis llevaba varios años ya en la vicepresidencia ejecutiva de Itata, y en el último tiempo, sobre todo, tenía un papel protagónico en las decisiones que se tomaban en la empresa, que a raíz de las diversas dificultades del sector pesquero nacional terminó uniéndose con El Golfo.
De hecho, hace algunos años, Sergio Sarquis afirmaba que “tengo hijos con ganas de hacer cosas. Por eso, a cada uno le voy permitiendo y estimulando, para que vaya activando sus empresas. Y ellos están a cargo de áreas del grupo, yo me he ido retirando poco a poco, solamente estoy en algunos directorios como el de Itata”.
Y los que conocen a Rodrigo Sarquis, saben que su padre, Sergio, ha sido la mayor influencia en su formación en el mundo de los negocios, es decir, tanto como empresario, directivo y dirigente gremial. Y ha adquirido gran parte de su carácter, que primordialmente es reservado, y reticente a referirse a su vida personal públicamente. “No le gusta exhibirse”, dicen.
Sin embargo, este carácter reservado con el terreno netamente personal también ha sabido defender de manera consistente los intereses de los empresarios pesqueros chilenos, y esto se ha expresado en su destacado paso por los gremios más fuertes del sector. Al Igual que su padre Sergio Sarquis, que edificó una activa e influyente trayectoria gremialista que se originó en 1949, cuando junto a otros cuatro empresarios, ayudó a conformar la Sociedad Nacional de Pesca (Sonapesca), entidad que presidió por varios años.
El debut de Rodrigo Sarquis en la lucha gremial fue en 1991, cuando entró al directorio de Asociación de Industriales Pesqueros (Asipes) y más adelante fue electo para asumir la presidencia de la entidad. En el sector, es recordado como un gran negociador en temas de grueso calibre, y su elevada capacidad técnica en un cargo donde converge una amplia gama de visiones.
En el 2010, en Sonapesca reemplazó a Federico Silva en la presidencia -la cual mantendrá hasta el fin de su período en 2012-, dejando en consecuencia el puesto de Asipes. Allí le ha tocado vivir uno de los momentos más difíciles para la industria, y de acuerdo a gente del sector, lo ha hecho con bastante éxito.
Los temas complejos
El tema que hoy tiene preocupada a la industria pesquera es la renovación de la Ley de Límites Máximos de Captura, que vencen a fines de 2012. En esta iniciativa, el gobierno tiene decidido aplicar un royalty similar al de la minería, esto por concepto de lo capturado cada ejercicio, compensando la extracción de recursos naturales y escasos en el país como, por ejemplo, el jurel.
Y el mencionado royalty pesquero costaría más de US$ 50 millones a los industriales, lo que aunque es un valor bastante alto a juicio de los empresarios, estarían dispuestos a cancelarlo.
El proyecto de la autoridad, en tanto, tiene su base en la entrega de licencias tipo A, que se proporcionarán a los derechos históricos, las que pagarán patente más royalty, y otras tipo B, que serán fruto de licitaciones. Estas últimas cancelarán solo lo relacionado a la patente.
En los últimos años, de acuerdo a cifras de la industria pesquera, se han pagado en torno a los US$ 30 millones en patentes. Algunos actores del sector postulan que este ítem debiera ser eliminado, y solamente pagarse el royalty.
No obstante, el mayor punto de discordia entre el sector pesquero, cuya voz ha sido Rodrigo Sarquis, y el gobierno, representado por el ministro de Economía Pablo Longueira, radica en que la iniciativa legal que se mandará al Parlamento incluye licitaciones. De hecho, si en los primeros cinco años de puesta en marcha la ley -que se tramitará desde este mes en el Congreso-, existen excedentes de recursos, estos se subastarán en hasta un 50%.
Por lo mismo, el sector representado por Rodrigo Sarquis ha reclamado que la autoridad no respetó los acuerdos logrados en la mesa pesquera tras duros meses de trabajo, ya que no se contemplaban licitaciones, sino el fraccionamiento de las cuotas entre industriales y artesanales, que tendría un costo de US$ 30 millones.
Se prevé en esta materia una extensa y ardua discusión, que aún está por librarse.