by Paulo | 21 enero 2016 1:17 pm
Este resultado de la política exterior climática es plenamente coherente con el esfuerzo que significó organizar, bajo el liderazgo del canciller Muñoz, la segunda conferencia “Nuestro océano”, en octubre de 2015 en Valparaíso, donde no solo se abordó la manera de enfrentar las amenazas que afectan al océano, como polución marina, pesca ilegal y acidificación, sino que también se proyectaron sus conclusiones en el ámbito del cambio climático.
Como es sabido, el calentamiento global y el océano están estrechamente interrelacionados. El 25% de todos los gases de efecto invernadero es absorbido por los océanos, creando fenómenos de acidificación y pérdida de biodiversidad. Por otro lado, se predice que el aumento de las temperaturas del mar tendrá fuerte impacto sobre la pesca, reduciendo las capturas de las principales especies de peces en un 40% y repercutiendo en la sustentabilidad económica, social y ambiental de esta actividad, que juega un rol fundamental en el desarrollo de los países y en la alimentación de su población.
Aterrizando estos planteamientos, en el contexto de diversos eventos organizados durante la COP21, se abordó el relevante papel que juegan las áreas marinas protegidas para mantener un océano saludable. Estas apoyan las estrategias de mitigación y adaptación nacionales y, al mismo tiempo, surgen como herramientas costo-eficientes en el manejo de los ecosistemas marinos, de recuperación de pesquerías y de reducción de desastres naturales. Así, las áreas marinas protegidas se erigen como instrumentos fundamentales en materia de protección y conservación marina, y como un importante soporte de las estrategias de respuesta al cambio climático. En este aspecto, una especial relevancia adquiere la creación del Parque Marino Nazca-Desventuradas, de aproximadamente 300 mil km {+2} (equivalente a la superficie de Italia), y el inicio de un proceso, impulsado por su comunidad, para crear en Isla de Pascua otra área marina protegida de más de 700 mil km {+2} , figurando ambas entre las más grandes del mundo. Lo anterior representa un esfuerzo y trabajo nacional significativo, incluyendo al Gobierno, comunidades de nuestras islas oceánicas, sociedad civil, como también al sector pesquero nacional industrial y artesanal.
Por otra parte, la reciente puesta en marcha de un plan nacional de adaptación específico para el sector pesquero y acuícola chileno, orientado, entre otros, al desarrollo de nuevas investigaciones y a reducir la vulnerabilidad, anticipándose a las amenazas que plantea el cambio climático, va a contribuir a la sustentabilidad de la actividad, en concordancia con lo establecido por la legislación sectorial. Estas políticas de adaptación, como complemento de diversas acciones de reducción de emisiones, forman parte de un conjunto de medidas indispensables a desarrollar por todos los gobiernos, incluyendo la sociedad civil y el sector empresarial, para combatir esta amenaza global.
En suma, para un país como el nuestro, que figura entre las 20 economías oceánicas más relevantes del mundo, según el Índice de Gobernanza Costera 2015 del The Economist, resulta fundamental seguir impulsando avances sustanciales en una agenda de cooperación público-privada para alcanzar un desarrollo sostenible.
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